viernes, 10 de julio de 2015

San'in Kaigan, geopark de Tottori

O lo que es lo mismo, una costa de granito remachada con islotes y calas, formada al separarse el actual Japón de Asia, hace unos 70 millones de años.
Dentro foto:











Si buscamos datos prácticos, más fácil y más práctico imposible: en la oficina de turismo de Tottori (en la estación, saliendo a mano derecha) te preparan el pack. Por un lado, está el servicio de tres horas de taxi por 1000 yenes (a 7,6 euros, tirado), que se puede combinar con el paseo en barco. El taxista te lleva hasta el minúsculo puerto, donde pagas otros mill yenes por una media hora de navegación, te recoge al terminar y, si no quieres comer en la tasca que hay allí mismo porque estás llena, aunque te tiente mucho el olor a guiso de mar, te lleva a dar una vuelta por la costa, parando cada poco para ir retratando los rincones y de paso idear escapadas playeras.

Cuántos placeres por tan poco: el brillo del granito (gusto de geóloga frustrada), el mar bamboleando la chalupa, la amena conversación del taxista, que no sé si potencia más mi oído para el japonés o mis dotes telépatas... Se remata el día con una puesta a remojo en Hamamura Onsen, ahora ya en tren por mi cuenta, a 20 minutos de Tottori:

El detective Conan decora varios trenes en Tottori.


Parece que el tiempo sí se puede parar, o es que yo llegué en un mal día. O es esa humedad del verano, el mushimushi que corroe el metal y vacía las calles. Algo que se puede respirar, oler y tocar, y hasta oír en el cricri de las cigarras.




Hay varias opciones de onsen en Hamamura, en ryokan o sólo tomar los baños. Si vamos a por el chapuzón casual, hay que ir por la calle con letreros de onsen en japonés (温泉) y tirar hacia la derecha casi hasta el final, donde encontraremos un edifico grande a la izquierda. Se paga algo más de 300 yenes y se puede elegir entre 3 pisos. El más espectacular está en el tercero, un onsen interior y otro exterior (rotenburo), con vistas a las montañas y al mar. Sopla un aire fresco que hace que disfrute aún más de mi reencuentro con las aguas termales (kimochiiii!)

Después de esto, a dormir con los deberes bien hechos... O no.

Al parecer, una cuadrilla de alegres señores de negocios en mi hotel tenían otros planes, bastante básicos: beber y gritar, reír y liarla para que el resto no pudiéramos pegar ojo. Encantadores. No me había pasado nunca, la verdad, pero eso que aprendí haciéndome entender con la de recepción para que subiera un ejército con cubos a agua fría a aplacar a los salary man. Me consuela que ellos trabajan hoy, y yo no. 


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