lunes, 5 de agosto de 2013

Parte 8: no entiendo nada

Visto así el título, podría parecer que estoy hablando del idioma, de algún kanji especialmente enrevesado o del acento local. Sí, bien, de eso también podría hablar, pero los tiros no van por ahí.
Estimado público (redoble de tambores), no es tan fácil pasearse sola por Japón si eres una mujer. A esta reveladora conclusión llegué después de recorrer las calles de Takamatsu y ser, en contra de mi voluntad, foco de atención de tipejos más o menos educados (la balanza se inclina hacia el menos), que parecían muy interesados en hablar conmigo, seguirme en su bici, o simplemente gritar un "American, American" a mi paso.
Definamos claramente el contexto: a plena luz del día, calles amplias, el famoso parque 栗林公園 (Ritsurin kōen), mujer occidental normal y corriente, vestida normal y corriente...¿qué les pasa a estos? También hay que matizar que si, en vez de una mortal más, yo hubiera sido un ser fantástico, tipo súper modelo deslumbrante, hubiera dado lo mismo. Es una falta de respeto, es incómodo, no es en absoluto halagador. No diré que esto no pase en otros países, por desgracia pasa, esto y mucho más. Simplemente, me pilló por sorpresa. Estoy acostumbrada a moverme sola por el mundo, tomo las precauciones lógicas: no salir de noche, no entrar en bares-tabernas-izekayas donde sólo haya hombres, caminar por calles amplias, concurridas y bien iluminadas, dar la sensación de que sé por dónde voy (descartado, pues, ir con el mapa en la mano). Puede ser un poco fastidioso, pero una mínima prudencia aporta tranquilidad: se trata de pasar desapercibida, en la medida de lo posible.
Retomando el caso nipón, tampoco creo que haya que alarmarse en extremo, si se tiene sentido común. En un mundo perfecto, las mujeres no deberíamos tener ningún problema por tomarnos unas cerveza en un pub o dar un tranquilo paseo después de la puesta del sol, en cualquier lugar del mundo. Por ahora, no es así.
Rumiando pensamientos dispares en mi cabecita, hice un esfuerzo por disfrutar del 栗林公園 (Ritsurin kōen), incluido en alguna de esas clasificaciones de "una de las tres mejores algo de Japón". En este caso, la vista del puente Engetsu kyō está entre las más bellas de país. Cuestión de gustos, yo no tenía el día, entre el cabreo monumental y el calor, no estaba en la forma mental adecuada para percibir las sutilezas de los jardines del daimio. Así y todo, estamos a lo que estamos y para eso hemos venido, he aquí unas fotos del parque. ¡Atención a la piedra regalo!

Regalo de un daimio de Kyushu al daimio local.

Seguía dándole vueltas al por qué de repente me había convertido en "sueca en Benidorm" (en los años 60, en la costa mediterránea española, las nórdicas arrasaban entre la población indígena masculina, por su físico y por su carencia de la castrante educación religiosa que sufrían las nativas, que les permitía lucir bikini sin temor a la santa inquisición)
Un paseo por la concurrida avenida comercial frente a mi hotel y ¡eureka! Como en un juego de "señale las diferencias entre estos dibujos", busqué qué distinguía la forma de vestir de esas encantadoras criaturas japonesas y la mía: el escote. O la ausencia total de él, en el caso de ellas. Podrán llevar la minifalda minúscula, pero lo que no se verá es piel por debajo del cuello. Ni en verano. Ni con calor. Nada. Mi escote era de lo más sobrio, pero todo un despendole comparado con la costumbre local. Si a eso le sumamos un moderado exotismo (muy moderado, el mismo que tiene en Europa una oriental), empiezo a comprender algo mejor la situación y la causa de mi repentina transmutación en nórdica. Todo un descubrimiento que alivió mi estupor, teniendo en cuenta que el año anterior también había estado en Japón y no había notado que ningún hombre percibiera mi existencia (la cómoda invisibilidad), pero claro, era invierno y yo también iba tapada con doble capa.
Resueltos los entuertos, desvelado el misterio, un paseo por el castillo al borde del mar, el 高松城 Takamatsu jō, en el parque Tamamo kōen.
Un bonito castillo, bonita puesta de sol, ¿se puede pedir más? ¡Sí! Para una nadadora empedernida como yo, ¿qué puede ser más curioso que descubrir un foso-piscina? ¿Tal vez un estilo de natación nuevo, el estilo Suinin Ryu, por ejemplo? Explicado está en el cartel: en el siglo XVII Yorishige Matsudaira, del clan al que pertenecía el castillo, pensó que la natación debía de formar parte del Bushido, el entrenamiento de los guerreros, por lo que se les enseñó a nadar en los fosos del castillo, que, al estar en el mismo puerto, estaban llenos de agua salada. Él mismo era nadador habitual y aún hoy se celebra anualmente el 3 de junio un festival de natación.


Absolutamente prohibido salir de Takamatsu sin probar los sanuki udon (Sanuki es el nombre antiguo de la provincia de Kagawa ken). Ya al bajar del avión los ofrecían, y dado que esta era la última noche en Shikoku, no había más opciones. Debe de ser un poco tonto preguntar en Takamatsu si esos udon que me has servido son sanuki, a juzgar por la cara de "pero qué despistada es esta gaijin preguntándome esta chorrada" que me puso la cocinera, pero la amabilidad le pudo y yo me comí esto. Lamento no poder dar un crítica del sabor, textura o calidad, pero no soy especialista en udon y a mí me saben todos parecidos. Que no me oigan en Japón, es un asunto cuasi religioso esto de la comida.
Expediente finalizado, todo listo para volar a ¡Okinawa!