viernes, 25 de octubre de 2013

En dos infiernos

Hoy queríamos ver el otoño en el monte Kurikoma, que tendrá que esperar, para una ocasión en la que no llueva. Pero no será por planes y sitios para ver y disfrutar, gracias, mil gracias a mi guía Megumi san.

Reconozco que pensaba que los japoneses eran algo exagerados con la belleza de su otoño, con el momiji. También reconozco que me equivocaba, que la belleza del arce japonés poniendo tonos rojos en las laderas, la alegría visual de contemplar bosques infinitos pincelados en todos los colores posibles, te deja ensimismada. No importa la lluvia, no importa no poder sacar todas las fotos que quisiera, porque mi cámara aún no es acuática; las impresiones quedan en la retina.

 

 

Así pues, hemos decidido irnos al infierno. A dos, mejor que uno. Ya avise de que, si veis en Japón un chorro de vapor o una nubecilla inocente, podría no serlo tanto. Estos dos infiernos son esos lugares por donde la tierra nos expulsa sus ventosidades, con cierto encanto, eso sí.

Al otro lado del infierno... Perdón por la calidad, el rojo abruma al iPhone

Vista la insistencia de la lluvia, una paradita para unos udon calentitos en un pequeño restaurante familiar, donde todo lo que sirven lo han cazado, pescado o recolectado ellos mismos. Tienen fotos para demostrar las piezas cazadas (atención público sensible, que hay fotos de un oso)

Gran descubrimiento de hoy: hace dos años me timaron en Nikko, y me vendieron como kokeshi un trozo de madera pintado. Las kokeshi son unas muñecas de madera que sólo se hacen en Tohoku, y cada región de Tohoku tiene su tipo peculiar y único de kokeshi. Esto es así desde hace unos 200 años, cuando un padre hizo una muñeca de madera para que jugasen sus hijos. Tuvo éxito, y empezaron a venderlas en la puerta de los onsen.

En Naruko, que podría llamarse el pueblo de las kokeshi, se pueden comprar, se puede visitar su museo (que probablemente se confundirá con una tienda, compiten por ver quién pone la kokeshi más gigantesca en la entrada), y en este se pueden ver colecciones particulares de kokeshi e incluso, para entusiastas, fabricarse una al gusto.

¡Ojo! Esto es una tienda, no es el museo.

Como remate, ya que Naruko es un pueblo onsen, un momento de calor en el más antiguo del pueblo. Es habitual que los onsen estén ocupados por gente mayor, sobre todo entre semana. A veces me miran con curiosidad, qué hará aquí esta gaijin sola, pensarán. El onsen no es sólo para entrar en calor, sino también un lugar para relacionarse, su función principal en esta zona de Japón, cuando la gente se dedicaba sólo al campo y no tenía mucho que hacer en los meses de invierno (chivatazo de Megumi). Así hoy, al estar acompañada, un par de mujeres han podido preguntarme de dónde era, y estaban contentísimas de poder conocerme. Y yo con ellas, con oirlas parlotear, reírse, comentar que han conocido a una gaijin, que estaba con una japonesa, y luego supongo que pasar a las cosas importantes de la vida, como la última monería de su nieta o la física elemental de partículas.

 

Naruko onsen

 

3 comentarios:

  1. Acabo de leer sobre un terremoto de 6,8 en la región cercana a fukushima.
    lo has notado? ya nos contaras!

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    1. Hola, Verónica! Sí, claro que se nota, pero ya está, no ha pasado nada. Un saludo!

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  2. Qué experiencias estás haciendo allí, qué envidia! Creo que muy pocos extranjeros igualmente pocos japoneses viajan como tu viaje conociendo la profundidad de naturaleza japonesa... y comer Mochi, mmmm rico rico! Cuidate (odaijini) y saludos a Megumi-san. Seguramente habéis disfrutado mucho! Un beso de purenomori

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